viernes, septiembre 28, 2007

Del fuego en el hogar

No encuentro nada que nos falte.
Tenemos gasolinera propia, Lilit y yo, un hogar de lujo en mitad del desierto. Se alza sobre las grandes dunas y los primeros espejismos, con los surtidores en acero inoxidable, limpios y garantizados de por vida. Al fondo de la parcela, un Snack-bar en cartón piedra que imita con una acierto indiscutible el color y la forma de una calabaza de Halloween, en dos alturas. Desde el segundo nivel de la calabaza, donde compartimos las noches, por costumbre, en las horas con pereza de dormir me asomo y veo arder otras gasolineras no muy distintas a lo largo del desierto, aquí y allá, como fuegos fatuos.
¿Qué no tenemos? Me pregunto yo.
Más allá de la gasolinera somos padres de una chiva enana y del primer tomo de un curso actualizado de derecho civil. Constituimos un todo, entre los cuatro. Y cada cual tiene su carácter, a qué negarlo. Pero los domingos olvidamos cualquier diferencia, gasolinera y Snack-bar, por asistir en familia a clases de yoga.
-¿A ti te gusta el yoga? –me pregunta Lilit algunas veces.
-Claro.
-De lo contrario, me lo dirías ¿Verdad?
-Claro –contesto sin dudar, siempre, aunque en ocasiones pueda sentir reparos o acuse un miedo atroz a perderlo todo.
En la última puesta de sol con cielo púrpura e indicios de tormenta eléctrica, a finales del pasado octubre, tuvimos un sobresalto: mi hija se levantó sonámbula, delirante, y más allá de toda explicación razonable fue a embestir a un tipo de rostro ceniciento que sólo estaba allí por casualidad, para repostar. Con aquel señor aún buscando a gatas sus lentes en la arena, la pequeña orinó sobre su mapa y le mordió rabiosa el neumático de repuesto; y no hubo forma humana de impedirlo, hasta que hurgó en la guantera de la berlina y consiguió engullir un ramillete de encendedores de mecha, todos idénticos. Lo pasamos mal, su madre y yo. Por suerte el hombre no quiso denunciarla. Adoro a mi hija; pero, la verdad, me tranquiliza creer que su hermano cuidará de ella como es debido si Lilit y yo hemos de faltar, quién sabe. Él es un chico recto y sensato. Desde aquel incidente nunca olvido pagar en plazo nuestros seguros.
¿Qué más?
Tenemos una velada al año, la de Todos los Santos, en que ninguna otra gasolinera atrae a tanta gente. Algunas familias nos cuentan, sentados sobre la arena, que conducen durante horas esquivando incendios impredecibles, llamas cautivadoras como sirenas, con el fin de pasear un rato entre los surtidores de acero impolutos, especulares. Hay quienes toman fotografías de la calabaza antes de partir.
Es lo que tenemos.
Y está bien.
La vida es esto.
Esto y el placer de imaginar cuál será la noche en que, además, nos alcance el fuego.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque sea una casualidad temporal, mil gracias por ponerlo. Me ha encantado, es muy sugerente.

Cuando he terminado de leer, me he ido a los enlaces, a ver si estaba "La llave de los Campos".
Y estaba, claro ;)

y qué más da... dijo...

Gracias por tu benevolencia como crítica literaria, Marsu. Conque te haya merecido la pena el tiempo invertido en leerlo me siento más que satisfecho. Además, que hayas identificado la influencia de "La llave de los campos" en lo que escribo me hace sentirme pero que muy bien.
Mil gracias.

Anónimo dijo...

Lilit, no pod�a llamarse de otra forma esa mujer.
Tremenda pregunta: "�Qu� no tenemos?".
Tal vez el final de tu relato venga a regalarnos la esencia �ltima del ser humano (al menos del inteligente): el anhelo de un fuego en el que arder.
Gracias por este regalo. Enhorabuena, escritor.

Besos orgi�sticos.

y qué más da... dijo...

Muchas gracias, Ella. Lo que realmente me complace -y no es falsa modestia, de verdad- es, como le dije a Marsu,que os haya merecido la pena el tiempo invertido en leerlo. Si encima consigo transmitir la psicología que subyace al texto, ese girar en torno al vacío, - y por lo que dices, esta vez lo parece-, eso sí que me motiva. No ha sido fácil superar el bloqueo de los últimos meses, pero ya parece que vamos tirando otra vez...
Otra cosa. Soy de los que anhelan escribir poco más que un buen relato en su vida -uno de esos redonditos e indiscutiblemente bueno-. Una vez termino un relato procuro no encariñarme mucho con él para poder destriparlo agusto. Sólo así se avanza ¿no crees? Así que cualquier crítica inteligente la recibo como un tesoro. Y si da cosa desnudar un texto aquí, en público, pues se puede hacer por correo pinchando en "contacto".

Muchas gracias otra vez, da gusto...

David

Karcoma dijo...

"Es lo que tenemos.
Y está bien.
La vida es esto."

Me gusta tu relato. Me gusta este fragmento, en el que se afirma lo contrario de lo que se afirma. O no. Algo muy importante dicho con palabras muy sencillas.
Me gusta la elección de los elementos: desierto, gasolinera, Halloween, Lilit, snack-bar, yoga, Todos los Santos... Fuego.

y qué más da... dijo...

Muchas gracias, compañero.
La verdad es que fue uno de esos elatos que necesitaba escribir, así que quizá peque un poco de intimista y oscuro...

Frase de hoy

"Las palabras que prefiere el hombre corriente son las que permiten hablar sin tener que pensar". Dashiell Hammett.