martes, diciembre 16, 2008

El escritor de relatos

Raymond y Laura se reencuentran en una cena de antiguos alumnos del instituto, promoción del 83. Tras los saludos surge esa pregunta inevitable:

Laura: Dime, Ray ¿tú a qué te dedicas?
Raymond: ¿Yo? Bueno, escribo relatos, algún ensayo sobre literatura, también manuales de escritura creativa, pero sobre todo relatos.
Laura: ¡Ray, qué interesante! ¿y has vendido algo últimamente?
Raymond: ¿Por qué...?, sí: el sofá, el coche y la tele de pantalla plana.

(Interpretación personal de un chiste deprimente)

jueves, diciembre 11, 2008

Uno de cada tres jóvenes españoles, a favor de la pena de muerte...

Eso asegura el Informe Juventud en España 2008, del que se hacían eco los diarios españoles el pasado martes, entre ellos Público, y sobre el que me ha hecho reflexionar hoy mi amigo Méndez.
Parece que estos jóvenes, cada vez más fascistas, no quieren aprender de la experiencia de las generaciones que les han precedido. Este resurgimiento de los sentimientos racistas, ultra-nacionalistas, conservaduristas y fanático-religiosos sólo puede ser fruto de una carencia de conocimiento insalvable en materia humanista. Tan centrados están los planes educativos (y no puedo evitar que me tiemblen los hombros al pensar en el plan de Bolonia) en materias prácticas pro-empresariales que nuestros jóvenes no conocen al ser humano, sino a su representación capitalista y competitiva. Regresamos a la táctica de culpar al otro, al extranjero, de la quema de brujas, del exorcismo y el chivo expiatorio. Esta sociedad ha criado, en lugar de mentes jóvenes y despiertas, perros que guarden la propiedad privada de sus amos, “Elmers” obsesionados en que el “bugs bunny” de turno no le robe las zanahorias que por derecho divino les pertenece.
Esto da para varios ensayos, me temo, pero para pocas soluciones.
Por otro lado, volviendo a la encuesta, habría sido interesante saber cuántos de esos supuestos jóvenes emancipados viven de lo que les da papá: en pisos de estudiantes o residencias, en países extranjeros a costa de la plusvalía del trabajo de aquellos a quienes desprecian...
Mierda de mundo el que hemos construido ¿no?. A veces uno se pregunta qué haría en caso de tener delante un botoncito rojo para la destrucción total asegurada...

viernes, diciembre 05, 2008

"Nosotros, todos nosotros", de Víctor García Antón

Antes de decidirme a leer su segundo libro (“Nosotros, todos nosotros”), había oído hablar mucho de Víctor García Antón. Todos los amigos que me hablaba de él –“¡Qué no has leído aún..!”- lo hacían mostrando una visible emoción, un sentimiento de cariño y respeto que olía como a amistad mezclada con cierta devoción. Yo no conozco a Víctor: es lógico, juego en otra división muy inferior. No tengo la suerte de conocerlo. Al parecer es un tipo sencillo y con un encanto personal muy especial, de los que a todos nos gusta tener cerca. El día menos pensado me planto en Fuentetaja, donde es profesor, con unos pastelitos, como harían las visitas pesadas, y así le pongo fin de una vez a esta falta. Es tanta la curiosidad, que siento la tentación de escribir un relato con este argumento...
Precisamente porque todo el mundo me había hablado maravillas del escritor, me estaba haciendo el remolón a la hora de leer sus relatos. Este soy yo... Hasta que hace unos días, siendo sábado por la mañana (esta información no tiene la menor importancia, pero es que era sábado de verdad) caminando a la deriva (qué palabra tan bella ¿verdad? "de-ri-va") por la calle San Bernardo me pregunté si Tres Rosas Amarillas abriría los sábados por la mañana. Como tampoco teníamos ya nada urgente que hacer, a mi amada no le importó acompañarme para satisfacer mi curiosidad. Y sí, las puertas de Tres Rosas Amarillas estaban abiertas un sábado por la mañana (he aquí la única conexión interesante entre el acto de decir que era sábado por la mañana y el hecho de que lo fuera) y la infinita tentación de sus libros a la venta. Yo tenía otros nombres en la cabeza a la hora de buscar libros, pero al preguntar por ellos (no voy a decir esos nombres aquí para que nadie haga comparaciones gratuitas, que a ninguno satisfacen) salió de mi boca el nombre de Víctor García Antón. Como cabía esperar, teniendo en cuenta lo que he contado hasta ahora, me llevé su libro después de que me confirmaran algo de lo que ya a esas alturas no podía sorprenderme: “¡A Víctor le tenemos un cariño especial!”
Después de leer sus relatos sigo sin conocer a Víctor. Bueno, eso no es del todo cierto: conozco a Víctor entre líneas. Nuestros textos dicen mucho más de nosotros de lo que a veces nos gustaría. Cuando nos damos cuenta de ello sentimos un poco de vergüenza, lo cual es bastante bueno. Retomando el hilo del discurso, después de leer sus relatos no puedo evitar pensar que Víctor debe ser una persona realmente excepcional. Sus relatos me han encantado, he disfrutado como un gorrinillo leyéndolos. Si todo aquel que lo conoce habla primero del escritor y después de la obra, teniendo en cuenta que la obra es estupenda ¿será que el tipo es más que estupendo? Pues no lo sé. Si algún día conozco a Víctor ya os contaré si es tan buen tipo como aseguran. Por lo pronto, no lo dudo. A quienes me han hablado de él yo les tengo también un cariño especial... y no dudo de su palabra. Sin haber descubierto si Víctor es ese gran tipo o no, lo único que puedo hacer, por el momento, es recomendar su colección de relatos “Nosotros, todos nosotros”, de Gens Ediciones. Lo recomiendo fervientemente, no sólo porque a mí me ha gustado, pues no soy nadie, sino porque he leído que a Medardo Fraile le ha gustado, y eso son palabras mayores ¿Acaso no?
Llegados a este punto, me pregunto ¿y para qué todo este rollo de si Víctor es majo o no, si lo que quería era recomendar su libro? Porque así, con esta maniobra de distracción imperdonable, relleno espacio y me evito tener que hacer crítica literaria, que es trabajo de los que de verdad saben.
(Feliz puente a todos, os desea alguien que se mea en la Constitución)

Frase de hoy

"Las palabras que prefiere el hombre corriente son las que permiten hablar sin tener que pensar". Dashiell Hammett.