jueves, julio 05, 2007

Parfum de Culture: "La empresa editorial debe tener aroma de cultura pero pies de empresa"


¡Uuuuufffffff! A ver cómo me meto yo en este charco sin ahogarme en mi propia bilis. Eso es lo primero que he pensado nada más leer las palabras de Pimentel –el ex ministro, además, según se dice por ahí, de escritor, ingeniero, editor, empresario... qué de cosas madre) en la presentación de Cómo funciona la moderna industria editorial, el libro-manual –formato “paso a paso”, o “hágalo usted mismo”, al más puro estilo EEUU- que ha escrito para quienes quieran cometer la insensatez de fundar una editorial libremente y sin coacción, con el objetivo explícito, además, de al menos “llegar a fin de mes” gracias a esa actividad. Él los llama “aventureros”. Así, como si tal cosa...
La frase que me ha capturado ha sido esta:

"La empresa editorial debe tener aroma de cultura pero pies de empresa. El que se dedica a este negocio es porque ama los libros, pero también tiene que llegar a fin de mes".

¿A qué huele la cultura? me pregunto, aun a riesgo de parecer que plagio el estilo de los anuncios de tampones. Si hablamos de esa “cultura” que es doxa, entonces se me antoja un olor acre, olor que difícilmente podría distinguirse del tufo que generan los “pies de empresa” de los que nos habla Pimentel, pues una cosa contiene a la otra en un círculo cerrado y bastante apestoso.

No es que esté mal vender libros, no se me malinterprete. Un poquito peor, aunque también lo puedo dar por bueno, está ganarse la vida haciendo de “mercader del talento ajeno” –lo ha dicho él solito...-. Pero lo que realmente me molesta es que se vaya por la vida con disfraz de ingenuo –que sustituye hoy a la piel de cordero, totalmente demodé-. Al amor a los libros –si es ese el caso- yo lo llamo fetichismo, y nada tiene que ver con el amor a la literatura o cualquiera de las artes o ciencias en que podría ser divisible un concepto tan desvirtuado y manoseado como el de “cultura”. Quienes sólo aman los libros pueden, como mucho, vender libros, es decir, productos. Y esto es lo que predomina en el negocio editorial. Quien no lo vea así, que se haga mirar las dioptrías.
No digo que no pueda haber buenas intenciones de fondo en el señor Pimentel, quién sabe; pero uno analiza un poquito el lenguaje que emplea y se da cuenta de cuántas veces ha repetido la idea de negocio, y eso mosquea. Señor Pimentel, hable del negocio editorial, de cómo funciona esa "industria" –también lo ha dicho él, y sin complejos-, pero déjenos de hablar de aroma a cultura, por favor, no mezcle las cosas tan alegremente, que eso hiere demasiado la sensibilidad de algunos tontos; que somos muy tontos...

Tenía cierto miedo al principio, pero después de todo no me he dejado llevar por la ira; aunque queda claro que el libro y la presentación de Pimentel –pobre- eran sólo una excusa para poder arremeter una vez más contra el conservadurismo neoliberal pro-democrático de la “cultura” ¿no?
Se me ha visto el plumero...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he reído mucho al leerte. Te entiendo, te sigo, comprendo lo que dices, y estoy de acuerdo...pero no sé cómo se aborda un tema tan complejo. Es decir, mientras no exista un subsidio para artistas, tendrá que existir un empresario que mueva el tema, ¿no?
Difícil equilibrio.

y qué más da... dijo...

Gracias por tu visita y tu comentario, Marsu. Bienvenida.
Estoy de acuerdo contigo en que el tema es complejo, y de qué manera lo es... Yo, desgraciadamente, no tengo una solución para aportar, sólo puede, hoy por hoy, denunciar lo que veo. Me duele en el alma, por ejemplo, ser un privilegiado y tener en las manos -lo tengo aquí mismo, es oro puro- el manuscrito demoledor de un amigo, manuscrito que, por ser literatura en sí mismo, arrastra la condena del silencio editorial. El problema vuelven ser, otra vez, las reglas del mercado, claro. Si el valor de una obra de arte puede llegar a equipararse, por ejemplo, con el de un televisor de plasma, entonces habrá que hacer obras -ya no de arte- que sean planas, modernas -en el mal sentido- y atractivas a toda costa para los ojos del gran consumidor; para que compitan en el mismo terreno del consumo de productos, sin más. De esto se encargan bastante bien -para ellos- demasiadas editoriales, de hacer que la literatura sea un producto para el consumo, sin más. Con lo difícil de aceptar que es esto, lo que me suele sentar fatal es que encima se niegue y se diga que el empresario del mundo editorial lo que busca es hacernos muy, pero que muy felices y llenos hasta las trancas de cultura de la buena. No puedo, será que soy demasiado idealista, no sé. Al menos me queda la opción de intentar ridiculizarlos, de que –es imposible, ya...- quizá sientan vergüenza ante sus propias mentiras.

Un beso,

David

Anónimo dijo...

Sigo estando de acuerdo, David, pero sigo pensando que las editoriales, lamentablemente, son un mal necesario. Ahora no existen los mecenas, y los escritores (los artistas, en general), tienen que "trabajar para vivir", restando tiempo al libre desarrollo de su obra. Algunos consiguen vivir de ella, aunque muchas veces no son los mejores, son los que consiguen ser "los más leidos". Las obras de muchos buenos escritores están llegando a más lectores, a través de internet, y eso es genial, pero ellos tienen que vivir y comer y vestirse... y conseguir publicar y ser distribuidos es vital para eso. Y, lamentablemente, hasta ahora al menos, de eso se encargan las editoriales.

Al márgen del tema y del Sr.Pimentel, me encantó el último comentario que le dejaste a Sergi. A pesar de ser cortito, de todos los que leí es el único que volvió a emocionarme, como el texto del "maestro".

Un saludo

y qué más da... dijo...

Marsu,

Sí, desde luego que a día de hoy son necesarias, y de hecho hay editoriales que son mucho más que necesarias, imprescindibles. Hay editores que se dejan el pellejo y el dinero por sacar a flote la literatura, para que no se ahogue. Son pocos, pero es verdad que existen; yo he visto uno en persona y tenía cara de sufridor, de hechicero milenario...
Lo mío, Marsu, no es una guerra a ultranza contra las editoriales, imagino que ya te has dado cuenta, quizá lo mío no sea siquiera una “guerra”, sino una pequeña resistencia, una manía acusatoria.
Yo lo veo así: el artista tiene que “vivir”, y para ello, en principio, una de las salidas que busca es la venta de sus obras. Así las cosas, la editorial es el camino al alcance del escritor: alguien hace el trabajo que el otro no puede hacer y cobra por ello –hasta aquí todo es digamos digno, mejor que lo del mecenas...-. Lo indigno suele surgir cuando se sale de este pequeño escenario –casi de laboratorio-, en el que cual esa editorial –que hago el ejercicio de presumir decente- ha de enfrentarse a otros en un territorio vedado en el cual todo vale, pues el objetivo único es ganar –para “ganar”-. Todo vale en el mercado, la sociedad ya no reclama ni que se guarden las apariencias. Sé que en todas las épocas se ha dicho algo parecido, que la sociedad va a peor, pero es que ahora no hay vergüenza. Si vendes mucho ganas, si vendes poco pierdes y, seguramente, desapareces. En este escenario –ya algo más realista, por desgracia, en el estado de actual de las cosas- poco cabe esperar de la supervivencia de esa editorial decente que hemos imaginado. Si no se lanza “a por todas”, si su lema no es “si hay que pisar yo te piso”, la editorial desaparece, pues la ley de la selva resulta mucho más civilizada que el mercado. Las que sobreviven han tenido que perder los escrúpulos, si llegaron al mercado con ellos aún puestos.
La literatura –complicada, inquieta, siempre insatisfecha con lo que ya se ha hecho- no vende, lo que vende son las cosas ramplonas. Y de esto tenemos cierta responsabilidad los lectores, pues el arma que tenemos más a mano para luchar contra esta perversión es la exigencia de calidad, de auténtica literatura. En una sociedad poco exigente, en materia cultural, como la nuestra, lo que acaba en negro sobre blanco suele ser lo simple, lo conformista, lo que no es una búsqueda, aquello que oculta al lector que su existencia consiste en gravitar entorno al vacío. En este punto es el que me encuentro yo, de al menos denunciar lo que veo, de no reírle la gracia a los que se jactan de ser muy competitivos y de mejorar su cuenta de resultados año tras año por vendernos basura con encuadernación rústica.

Siento haberte soltado todo este rollo, que no aporta nada nuevo, pero así es como yo lo veo. Imagino que en el planteamiento estaremos los dos de acuerdo ¿no? Pero yo me pregunto ¿Por qué hay tanta gente que no quiere ver algo tan evidente, tan de Pero Grullo? ¿Por qué la gente cree que nada se puede cambiar, que la historia es una línea recta y que estamos en el punto más álgido, que lo que tenemos es lo mejor que el hombre es capaz de lograr?

Con respecto a Sergi, una de las mayores virtudes que he encontrado en lo que escribe es su capacidad para emocionar como se debe, sin pelar cebollas... Tiene luz propia.

Un saludo, Marsu, y gracias de nuevo. Ya sabes, esta es tu casa.

David

Anónimo dijo...

Gracias, David, y de rollo nada, al revés, si soy yo la que me enrollo... Recuerdo haberle contado a alguien el caso de una amiga mía que consiguió publicar su primera novela. Como se vendió poco y mal, la editorial QUEMÓ los ejemplares no vendidos. El coste de almacenamiento era muy alto y no interesaba intentar una nueva distribución. Cuando ella me lo contaba, con toda la tranquilidad del mundo, se me pusieron los pelos de punta. Ha escrito cuentos para niños, aparece su nombre como traductora en muchos libros importantes de otros autores...pero era su "primera novela". ¡Y fue llevada a la hoguera! Y yo tengo uno de esos libros, ya que cuando me enteré que publicaba lo busqué como una loca posesa, y junto con sus familiares debí ser de las pocas personas que lo compró...

En fin, la pela es la pela, y la editorial tenía el almacén lleno, está claro. Y me comprometo a cortar ya el diálogo, que no es el sitio, supongo, perdona por la persistencia ;-)

y qué más da... dijo...

Hemos creado un monstruo... se publican libros y si no funcionan es preferible quemarlos a no ganar dinero con ellos. No sé cómo se recupera uno después de que le quemen la obra.
Por cierto, algo que no sé si he dejado claro antes: yo no culpo al escritor por tratar de vender lo que escribe, ni mucho menos. Culpo al escritor que escribe lo que sea con tal de que se venda.
Otra cosa, en este sitio puedes dialogar todo lo que se te antoje, hasta que te aburras. Yo encantado de darle vueltas y vueltas a las cosas, a lo mejor así encontramos un hilillo de certidumbre en todo este caos.
que se te antoje

Frase de hoy

"Las palabras que prefiere el hombre corriente son las que permiten hablar sin tener que pensar". Dashiell Hammett.