miércoles, enero 09, 2008

Propósitos tardíos

Ayer, a las tres de la tarde, Patrick, el profesor de inglés de origen sueco que nos han contratado en la empresa para desarrollar nuestras habilidades comunicativas en el idioma universal, nos preguntaba al grupo advanced acerca de nuestros propósitos para el nuevo año. “¿Coño, los propósitos?”, pensé yo, “se me habían olvidado otra vez”. Y es que tengo la sana o malsana costumbre de olvidarme de aquello que se espera de mí en los momentos oportunos y las fechas señaladas, tiendo a no atender a los reclamos del tipo “Año nuevo, vida...”, etc.
Pero por no alimentar ante el pequeño Patrick (quien mide algo así como un metro sesenta) esta fama de rarito que me he forjado al ser politólogo y amante de la literatura en un mundo de ingenieros y prohombres de la era “Business”, me inventé sobre la marcha el propósito de aprender a cocinar la tortilla de patata batiendo los huevos con la mano izquierda, en lugar de decirle al sueco lo que pensaba sobre la inmadurez psicológica de quienes necesitan un buen propósito para estimular su triste existencia.
Pobre Patrick, creo que no sabe muy bien qué hacer conmigo...
Pero eso fue ayer, y para hoy ya he tenido tiempo suficiente de pensar en el motivo de los propósitos del nuevo año, en ese camino siniestro que se ha de recorrer hacia la felicidad imposible de alcanzar, que señalaba Freud. Un camino que está sembrado de hitos que obligan al esfuerzo y la superación personal... aun en contra de uno mismo.
¿Y la alternativa, si no, cuál es? Caer al foso de los cocodrilos que rodea este castillo del confort y de las vivencias Zen, moderadas y razonables, que se aspira conquistar como sociedad. Pues a lo mejor resulta que el foso de los cocodrilos tiene más encanto, más vida, quizá al menos proporcione cierto placer.
¿Por qué no mandar este año a tomar por saco al “superyó”?
Lo siento por Patrcik, pero mi primer propósito, entonces, será abandonar las clases de Ingles, ¡a la mierda!; no pienso estudiarme ese manual de XHTML y CSS que le pedí a mi jefe, que costó una pasta, y que me recuerda tánto a lo jodido que resulta trabajar en algo que no me gusta; volveré a fumar; nada de deporte; voy a descargarme un puñado de novelas con derechos de autor desde Internet; y pienso escribir casi a diario, hasta hartarme, a pesar de todo...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Leí un propósito que me gustó, en un libro que me pareció sabio, y además no se trataba de un propósito de año nuevo, ni zarandajas de ésas (calma, calma, el libro no era de Paulo Coelho, jejeje). Consistía en intentar vivir la vida, evitando "acostumbrarse" a ella. No recuerdo las palabras exactas, la escritora lo expresaba mil veces mejor; pero ése era el sentido.Recordé las palabras de un amigo algo deprimido, que al preguntarle qué iba a hacer una tarde, me contestó, encogiendo los hombros, que iba a "dejar pasar el día".
Me ha gustado ese propósito; no quiero simplemente dejar pasar los días.

y qué más da... dijo...

No es mal propósito, Marsu, desde luego. Pero... ¿No estás harta de propósitos enlatados, de incitaciones a la felicidad fácil? Hemos acabado por culparnos a nosotros mismos de no alcanzar los abjetivos impuestos por la tiranía de la felicidad: si no somos todo lo felices que deseamos, parecen decir, es porque no nos esforzamos lo suficiente por encontrar nuestra paz interior... y otras zarandajas, como tú bien dices.
Creo que somos una sociedad que no sabe manejar la frustración porque tiene el listón de la felicidad individual demasiado alto.
Me parece un buen campo de reflexión.

Anónimo dijo...

Estoy completamente de acuerdo. Eso es muy evidente si tienes hijos; la sociedad les incita a desear tantas cosas inútiles, que la frustración les acompaña constantemente. Es una labor difícil y constante conseguir que valoren las cosas en su justa medida, lo que tienen y lo que no tienen, lo que desean y lo que realmente necesitan.

Kandela dijo...

Tengo una teoría: esta culturilla pseudo zen en la que se amortiguan los deseos para evitar frustraciones se me asemeja demasiado a un pensamiento cristiano-medieval de aguanta la vida de forma estoica que la recompensa se te dará en otro mundo. No desas cosas imposibles me resulta sinónimo de doblegarse. Así que para el nuevo año la misma utopía de siempre: un mundo mejor. Sé que va a ser frustrante. Sé que no llegaré nunca a ser feliz. Me da igual.

y qué más da... dijo...

Me gusta tu teoría, Kandela. Claro que tu actitud utópica te va llevar directa, como a mí, al foso de los cocodrilos, ya verás, ya... El foso es socialmente inaceptable; pero es el único sitio en el que uno puede existir sintiéndose vivo ¿no crees? Y la utopía es algo absolutamente imprescindible. Fíjate en la gente que a tu alrededor busca la comodidad, el confort de lo material y lo espiritual, lo Zen, estar agustito, tranquilos, despreocupados, entretenidos, etc. Ellos formulan los deseos pueriles y los buenos propósitos individualistas para aumentar su supuesta felicidad apática y de escaparate, la felicidad por acumulación. Ellos son los que se doblegan, los que se acurrucan en su nidito de algodón a la espera de que los años de vida corran con suavidad y sin grumos, porque la felicidad, dicen los anuncios, está ahí, al alcance de la mano, la felicidad, dice, está directamente relacionada con el modo de vida que uno puede comprar, sin necesidad de utopiás. Algunos hacen incluso deportes de riesgo, cosas por el estilo, consumen experiencias sensoriales que maquillan la ficción de estar vivo. Naturalmente, estoy generalizando y simplificando exageradamente, pero sabes a lo que me refiero ¿Verdad? Entonces ¿Acaso es este modelo de ser humano más feliz que tú? ¿Acaso se frustra menos por no alcanzar esa felicidad que le han prometido). Yo creo que no, que en absoluto. La felicidad individual y plena es algo tan necesario como inalcanzable, es otra utopía que se puede perseguir, pero sabiendo que uno no va a estar ni siquiera creca de ese objetivo. Uno se esfuerza, intenta ser feliz, pero no debe frustarse porque no la consigue, no es culpa suya. La felicidad no la venden en frasquito de a 100 euros. Me parece que la tendencia individualista te lleva a una encruzijada flicidad-frustración muy peligrosa.
Mi moraleja: seamos menos individualistas, menos narcisistas, que las cosas "malas" también forman parte de la vida. Quizá así nos salvemos de la tiranía de la felicidad lustrosa que, dicen, nos merecemos...

Perdona por el rollo que te he soltado...
Gracias por regresas por aquí y dejar tu huella

David

Frase de hoy

"Las palabras que prefiere el hombre corriente son las que permiten hablar sin tener que pensar". Dashiell Hammett.