¿Quién es Carver?
En agosto de 1998, un artículo del New York Times firmado por D.T. Max removió la basura en el mundillo literario. Max afirmaba que el editor de Raymond Carver, Gordon Lish, no sólo había contribuido al estilo lacónico y helador del escritor, como éste mismo había reconocido públicamente, sino que había metido la mano hasta el codo en sus relatos, rescribiendo párrafos, eliminando palabras, modificando finales, etc. El artículo del New York Times estaba bien documentado. Los manuscritos de Carver, incluidas las correcciones de Lish, estaban en la Lilly Library de Bloomington, Indiana.
Hoy la viuda de Carver, la poetisa Tess Gallagher, reabre la polémica en torno al supuesto verdadero estilo del escritor, la prosa auténticamente carveriana, podríamos decir. Próximamente Gallagher sacará a la luz una colección, en versión “original”, con algunos de los relatos que más fama y reconocimiento dieron a quien ha sido considerado el padre del realismo sucio y uno de los narradores estadounidenses más influyentes en su género.
2 comentarios:
Pues doy por sentado que estos originales serán, si acaso, mejores que los textos que ya conocemos. Vamos, digo yo que T.G. a estas alturas no va a ponerse a publicar nada que pueda empañar el buen nombre de Carver, ¿no? Estoy pensando de una forma meramente práctica....
He conseguido leer algunos párrafos sueltos y finales de las versiones supuestamente originales que el propio Carver publicó en vida, en algunas revistas, y lo cierto es que pierden mucho del efecto desolador de los relatos que conocemos. En sus versiones originales Carver muestra los sentimientos de los personajes, las situaciones y los detalles son más explícitos, menos misteriosos. No quiero decir que sean peores, pero sí muy distintos a ese estilo que tanta escuela ha creado. La intención expresa de T.G. no es la de sustituir las versiones que conocemos, sino de aportar algo desconocido. Hará dos años que T.G. publicó otra colección de textos inéditos de Carver, que ya fue ampliamente criticada por la sospecha de una intención mercantilista más que de aportación al arte. Con esto, desde luego, las sospechas toman un poco más de fuerza.
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