viernes, noviembre 21, 2008

John Steinbeck: Los comienzos

Otra vez me permito el lujo de traducir un texto para el blog, es decir, para vosotros, porque al blog, desde luego, le traerá sin cuidado lo que yo haga o deje de hacer. Lo que dice seguramente ya lo conocemos todos, pero siempre anima que nos cuente la realidad de la escritura, así podemos lamernos las heridas y acariciarnos los lomos.
NOTA: La primera versión del texto que coloqué aquí era inexacto, puesto que se había sustituido el destinatario original, Edith Mirrielees, profesora de escritura de la Universidad de Stanford, por un supuesto destinatario genérico, al modo de una carta abierta o un consejo para escritores noveles. Solventado el error, pido disculpas.

Extracto de la carta dirigida a Edith Mirrielees, profesora de escritura de John Steinbeck en la Universidad de Stanford:
(Fuente: Paris Review)
Aunque debe hacer unos mil años desde que me sentaba en tu clase de escritura narrativa en Standford, recuerdo la experiencia con mucha claridad. Estaba rebosante de energía y entusiasmo y preparado para asimilar la fórmula secreta para escribir relatos breves buenos, incluso geniales. Esta ilusión me la quitaste muy rápidamente. La única forma de escribir un buen relato breve, decías, es escribir un buen relato breve. Sólo después de que haya sido escrito puede ser desmigado para saber cómo se hizo. Es el género más difícil, nos decías, y la prueba reside en los poquísimos relatos breves de carácter genial que hay en el mundo.
La regla básica que nos diste era sencilla y descorazonadora. Para que una historia resultase efectiva tenía que transmitir algo desde el escritor al lector, y el poder de lo que se ofreciera era la medida de su calidad. Más allá de esto, decías, no había reglas. Una historia podría versar sobre cualquier cosa y podría usar absolutamente cualquier medio y cualquier técnica: siempre que fuera efectiva.
Como una cuestión subyacente a esta regla, asegurabas que parecía necesario que el escritor supiera lo que quería decir, en definitiva, que supiera de qué estaba hablando. Como ejercicio, teníamos que intentar reducir la esencia de nuestra historia a un frase, porque sólo entonces podríamos conocerla lo suficientemente bien como para alargarla en tres, o seis, o diez mil palabras.
Así que allá se fueron la fórmula mágica, el ingrediente secreto. Sin más, nos lanzaste por ese camino solitario y desolador del escritor. Y así nos embarcamos en algunas historias abismalmente malas. Si yo había esperado ser descubierto en la flor de la excelencia, los resultados de mis esfuerzos enseguida me desilusionaron. Y si me sentí injustamente criticado, la opinión de los editores a lo largo de muchos años después se volcaron de tu lado, no del mío. Los malos resultados obtenidos en las historias que escribí en la universidad se reflejaron en las notas de rechazo, cientos de notas de rechazo.
Parecía injusto. Podía leer una buena historia e incluso saber cómo estaba hecha, gracias a tus enseñanzas: ¿Por qué no podía entonces hacerlo yo? Bueno, no podía, y quizá fuera porque dos historias nunca pueden parecerse entre sí. En estos años he escrito muchísimas historias y aún no sé cómo abordarlas, salvo comenzando a escribir y arriesgándome.
Si hay algo de magia en el arte de escribir historias, y estoy seguro de que la hay, nadie ha sido capaz jamás de reducirla a una receta que pueda pasarse de una persona a otra. La fórmula parece residir únicamente en el doloroso anhelo del escritor por transmitir algo que siente que es importante para el lector. Si el escritor siente ese anhelo podrá algunas veces, pero de ninguna manera siempre, encontrar la forma de hacerlo. Debes percibir esa calidad que hace que una historia sea buena, o los errores que hacen que sea mala. Puesto que una historia mala no es más que una historia inefectiva.
No es tan difícil juzgar una historia una vez que está escrita, pero, después de muchos años, comenzar una historia me aterra. Me atrevo a decir que el escritor al que no le asuste vive en la feliz ignorancia de la tentadora y remota importancia del medio.
Me pregunto si recuerdas un último consejo que me diste. Fue durante los ricos y locos años veinte, y yo iba a lanzarme al mundo para intentar ser escritor.
Me dijiste: “Te a llevar mucho tiempo, y tú no tienes dinero. Quizá sería mejor si pudieras ir a Europa”.
“¿Por qué?”, pregunté yo.
“Porque en Europa la pobreza es mala suerte, pero en América es algo vergonzoso. Me pregunto si podrás resistir la vergüenza de ser pobre”.
No mucho tiempo después llegó la crisis. Entonces todo el mundo era pobre y se acabó la vergüenza. Así que nunca sabré si hubiera podido soportarla o no. Pero seguramente tenías razón en una cosa, Edith. Me llevó mucho tiempo: muchísimo tiempo. Y aún continúa, y la dificultad nunca ha ido a menos.
Me lo advertiste.


8 de Marzo de 1962

jueves, noviembre 13, 2008

Un código forjado en la intimidad

“...la gente lee novelas de la misma manera que los parientes de la gente que está secuestrada escuchan la voz del cautivo que habla por un teléfono sostenido por el secuestrador: prestan atención, naturalmente, a lo que la víctima dice, pero están totalmente absortos en el tono, el temblor y el timbre de lo que se dice, y leen un código forjado en la intimidad en busca de pistas entre líneas acerca de las condiciones de la víctima, de su paradero, de las perspectivas y de la probabilidad de que regrese sano y salvo”.




(‘Hacia el Oeste, el Avance del Imperio Continua’, David Foster Wallace)

miércoles, noviembre 05, 2008

MANIFIESTO POR EL CUENTO

(Suscribo el siguiente Manifiesto por el Cuento, que firma el escritor Esteban Gutiérrez Gómez, para que este género tenga su espacio en las publicaciones periódicas. "No sólo de blogs vive el cuentista", dice Esteban Gutiérrez)





MANIFIESTO POR EL CUENTO
(carta abierta a todas las publicaciones periódicas)

¿Qué motivó que el cuento como nuevo género literario hubiese tenido dos espectaculares apariciones primero en el siglo XIX y después en el XX?
Curiosamente la respuesta es la misma: la publicación de los mismos en revistas y diarios.
Los cuentos modernos, nacen primero en los periódicos y luego se convierten en libros que los recopilan.
Poe, Chejov, London escribían sus cuentos para periódicos. Carver, Cheever, Fante, Bukowski, y toda la generación del realismo sucio americano de mediados del siglo XX, adelantaban sus publicaciones con cuentos en periódicos. La nueva generación americana del desarraigo publica en fanzines y diarios locales, algunos incluso nacionales con gran tirada, antes siquiera de presentar su primer libro de cuentos.
¿Qué coño ocurre en España con el cuento?
¿Ningún periódico es capaz de liberar una columna para acoger un cuento moderno?
Se trata de dar oportunidades a gente desconocida, pero fielmente cuentistas, no de ofrecer una columna a escritores consagrados que publican como cuento el recorte de un amago de novela.
El cuento es un género narrativo mayor, quizá el más complejo en su elaboración a pesar de su aparente sencillez, que requiere una excelente técnica de relojero para lograr que en el lector surja el efecto deseado.
El cuento es corto por definición, y muy intenso, y el buen cuento marca un antes y un después en la mente del lector que ha sentido como un terremoto bajo sus pies.
El cuento explota en la cabeza, anida en el alma y enseña a ver la vida desde otra perspectiva.
El cuento aguanta sin respirar tres estaciones de cercanías y varias de metro, el lector viaja, sí, pero no en el vagón.
El cuento es el género literario más acorde con el mundo presuroso y alocado actual. Y lo es por dos motivos: 1. Su minimalismo intrínseco; y 2. En su interior guarda una bomba intelectual.
Demos una oportunidad al cuento.
Cada año más cuentistas se suman al movimiento. Mucho tienen que ver en ello las escuelas de creación literaria y talleres que se han multiplicado por cien en los últimos tiempos.
El cuento como paso de la nada a la novela ya no es un simple ejercicio de preparación. Muchos de los cuentistas modernos son conscientes de que han encontrado en el relato corto su distancia.
El cuento, el buen cuento, es un reto.
Los cuentistas son a su vez devoradores de cuentos, fagocitan y degluten relatos con la esperanza de descubrir una nueva forma de tallar ese “diamante” en bruto que es la idea previa a la composición.
Demos una oportunidad al cuento.


Esteban Gutiérrez Gómez.
Cuentista.
http://ellaberintodenoe.blogspot.com/
http://bacovicious.blogspot.com/
http://esferadeletras.blogspot.com/index.html

Frase de hoy

"Las palabras que prefiere el hombre corriente son las que permiten hablar sin tener que pensar". Dashiell Hammett.